Con un chubasquero rosa y mallas negras, 43 años, 1,60 de altura. A Socorro Pérez la buscaron durante 34 días, convencidos de que no había desaparecido por su propia voluntad.

El 2 de mayo de 2015 fue como un sábado más: comió con sus padres, se echó la siesta y salió a correr. Fue la última vez que la vieron con vida.

Peinaron Ourense, la linde del río, la Universidad Laboral, donde trabajaba, y la parroquia que frecuentaba. Pero ni rastro hasta que, un mes después, tres amigos se adentraron entre la maleza.

Ahí, cubierto por hojas de pinos, encontraron su cuerpo semidesnudo, con un fuerte golpe en la cabeza y la llave del buzón tirada en la hierba.