A día de hoy en muchas ocasiones nos resulta más económico comprar un nuevo electrodoméstico cuando se estropea que reparar el antiguo. A esto se le llama obsolescencia programada: los aparatos tienen una 'fecha de caducidad', una vida útil determinada a partir de la cual empiezan a fallar.

Como las piezas de reparación son muy caras y llegan en plazos de hasta tres semanas, los consumidores, en la mayoría de los casos, optan por comprar no nuevo Marta Juste, periodista especializada en tecnología destaca también el componente tecnológico: los aparatos se van actualizando y mejorando, lo que nos incitan a buscar la última novedad.

Esa obsolescencia programada repercute de manera negativa en el medioambiente. La basura tecnológica ha alcanzado las 930.000 toneladas generadas al año en nuestro país. Esto se ha convertido en un problema porque además sólo el 21% se recoge adecuadamente. "El 60% acaba en vertederos ilegales, a pesar de que son productos muy contaminantes", señala la experta.

Lo correcto sería que fuesen al punto limpio. Juste explica que por ley, cuando compramos un nuevo frigorífico "pagamos una tasa de reciclaje para que cuando lo cambiamos, la persona que nos trae el nuevo, está obligado a retirar el viejo".

Sobre la propuesta de la Unión Europea, que quiere poner en marcha una medida para que existan suministros que garantizar las reparaciones entre siete y diez años, Juste cree que "no es un gran avance": "Antes, por ley teníamos cinco años". Considera que los cambios tienen que ir encaminados a que las reparación sea menos costosa.