El ser humano no para de dañar la naturaleza a través de acciones más o menos directas que pueden llegar a cambiar hasta a cambiar cómo se forman las nuben. En Más Vale Tarde, vemos cómo se forman las nubes de plástico, con microplásticos llegando en forma de granizo o de lluvia. Y es que 3,2 millones de toneladas de microplásticos son liberados a lo largo del año.

En los últimos años, los científicos han hallado microplásticos en montañas remotas y en el Ártico. En 2015, se encontró por primera vez la presencia de microplásticos y nanoplásticos en la atmósfera. Estas partículas actúan como superficies sobre las cuales condensa o sublima el vapor de agua.

Los plásticos son hidrófobos, por lo que solo si experimentan cambios en sus propiedades pueden actuar como núcleos de condensación. Sin embargo, sí pueden actuar siempre como núcleos de hielo, como explica Isabel Zubiaurre.

Los microplásticos se desmenuzan en fragmentos cada vez más pequeños al quedar expuestos a la luz solar, al viento o a la lluvia. Debido a la baja densidad del plástico, el viento los levanta fácilmente y los transporta por todo el planeta. En grandes concentraciones, pueden alterar el patrón de precipitación y el balance radiativo terrestre.

Al igual que otros aerosoles, estas diminutas partículas reflejan y absorben la radiación solar, lo que repercute en la temperatura del planeta. No obstante, si predominan otros aerosoles en la región, su impacto es despreciable. En el futuro, una mayor cantidad de plásticos y acumulación de residuos podría dar lugar a que estos cambien el equilibrio radiativo de la Tierra, en algunos puntos ayudando a enfriar, pero en otros a calentar.