Decía Winston Churchill que la política hace extraños compañeros de cama, y la política precisamente también provoca situaciones tan absurdas como la del diputado autonómico Rafael Blasco. Sigue sentado en la bancada popular por mucho que su partido haya dicho que tiene que dejar el partido popular y haya pedido 11 años de prisión para él.

Rafael Blasco se ha convertido en uno de los hombres que más rechazo producen en política, a pesar de que está imputado por corrupción y de la animadversión que provoca hasta denro del PP, sigue corriendo por los pasillos de las Cortes valencianas a su aire. Incluso se atreve a enfadarse con la prensa.

El presidente de la Generalitat Valenciana y del Partido Popular en la Comunidad, Alberto Fabra, ha asegurado que el diputado 'popular' en las Cortes Valencianas Rafael Blasco -para el que la Abogacía de la Generalitat y la Fiscalía piden cárcel en el marco del llamado 'caso Cooperación- "sabe que tendrá que dejar el grupo parlamentario cuando se cumplan las dos condiciones" que el propio jefe del Consell anunció. "Y una de ellas ya se ha cumplido", ha advertido en alusión al informe de la Abogacía de la Generalitat.

La otra condición la fija en cuando la magistrada que instruye la causa en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad dicte la apertura de juicio oral. 

Estas manifestaciones de Alberto Fabra se producen después de las acusaciones que han formulado contra el también exconsejero de Solidaridad la Abogacía de la Generalitat y la Fiscalía, que le piden entre 11 y 14 años de cárcel en la pieza separada del 'caso Cooperación' en relación a las subvenciones concedidas a la Fundación Cyes.

¿De dónde viene tanto poder de Rafael Blasco? Su hermano le llevó al Partido Socialista valenciano, donde acaba siendo denunciado por presuntos sobornos a funcionarios de la Conselleria a cambio de recalificaciones de terrenos. Tras esa mala experiencia, forma un partido político propio y Zaplana le incorpora al Partido Popular. 

También accedió a la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía, un cargo que parecía convertirle en San Rafael Blasco, el patrón de los desamparados, pero que acabará crucificándole. Dos millones que su Consellería iba a donar para ayudar una Nicaragua en plena hambruna, para construir pozos, no llegaron al país africano. presuntamente uno se lo quedó para ayudarse a sí mismo con la compra de cuatro inmuebles.