Bernardo Montoya se ha declarado inocente. El vecino onubense de El Campillo que días después del asesinato de Laura Luelmo reconoció su crimen ha culpado ahora a su expareja.

Está acusado por el crimen de la joven zamorana que acudió a trabajar como profesora a El Campillo y desapareció apenas tres días después. Un crimen que impactó a la sociedad española por la alevosía del asesino y por la rapidez de su desaparición.

Montoya tenía antecedentes. De hecho, había cumplido condena por un asesinato previo. Un hecho que pone el foco en la posibilidad de haberlo evitado. Según ha indicado Beatriz de Vicente en Más Vale Tarde, este tipo de sujetos "muy visibles mediáticamente, pero una minoría en el ámbito de los reclusos", deberían estar monitorizados.

"Tenemos un asesinato en el 1995, una tentativa en el año 2008 y otros dos asaltos a mujeres vulnerables en el 2015. Ha demostrado tener una capacidad de reincidencia altísima, elegir siempre a mujeres vulnerables y por ello denota una peligrosidad criminal altísima", ha indicado Beatriz de Vicente.

En este sentido, ha apuntado a la posibilidad de ejercer sobre ellos control telemático: "Son pulseras GPS, normalmente se colocan en el tobillo, que permiten tener una vida totalmente normal y que nos permiten tener a un sujeto de esta peligrosidad controlados".

Así, de Vicente ha recordado que Bernardo Montoya, que salió de prisión dos meses antes del crimen de Laura Luelmo, habría estado vigilado en el momento del asesinato.