Desembarcaron en 2011 en nuestro país de la mano del Banco Central Europeo, condediéndonos casi mil millones de euros para combatir el paro juvenil y recomendando encarecidamente su particular modelo. Desde entonces, han levantado críticas y apoyos.

Uno de sus más acérrimos defensores fue el presidente de la CEOE, Joan Rosell, manifestando su "total convicción" de que los jóvenes desempleados "dirían que sí a un 'Minijob'". También el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ante la presión de Bruselas, abrazó el modelo declarando que "se incentivaría la contratación a tiempo parcial con vinculación formativa para los menores de 30 años".

Pero también muchos fueron, y siguen siendo, sus detractores, sin distinción por partido político. Fátima Báñez opinó que "los 'minijobs' no valían en la legislación laboral", y Alfredo Pérez Rubalcaba también se postuló en su contra. Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso declaró: "Ésta es la época de los eufemismos. Nos los vendían como la panacea alemana, y son más bien 'big jobs' con 'mini wages'".  Es decir, grandes empleos con minipagas.

Sin embargo, hay que tener en cuenta la realidad del 'minijob'. Se supone que es un paso intermedio y de formación hacia la jornada completa, pero en Alemania muchas mujeres lo usan para conciliar la vida laboral y personal indefinidamente. Otros, para conseguir, simplemente, mano de obra barata. Por eso parte del gobierno alemán está en desacuerdo con Bruselas y opinan que podía funcionar mal en España.