Tras semanas viendo a miles de refugiados sirios cruzando Europa, queremos echar la vista atrás. Todo esto ya lo han vivido Alejandra y Amparo hace más de 70 años. Estuvieron en campos de concentración en Francia huyendo de la Guerra Civil.

Alejandra Soler sabe lo que es ser un exiliado, a sus 102 años ha vivido en primera persona lo que ahora viven los sirios. "Yo eso lo he vivido. Yo sé lo que es tomar un tren al asalto, después de días enteros esperando en la estación", asegura. 

En 1936 estalla la Guerra Civil en España. "Fue tremendo, había muerte", recuerda Alejandra. Miles de mujeres, hombres y niños huyen en barco, a pie o en trenes hacia México o Francia. Alejandra tenía 24 años cuando cogió un tren junto a su marido. "Íbamos con un montón de exiliados españoles más a un campo de concentración. Como había niños y viejos, nos tiraban comida", explica.

En Francia, nos dice, el Gobierno por miedo al fascismo no quería ayudar a los republicanos, llegaban por miles y los enviaron a campos de internamiento. "A la intemperie, con frío, al lado del mar, allí estaban 300.000 personas y así había muchos campos del sur de Francia", cuenta Alejandra.

Ella y su marido, dice, tuvieron suerte porque fueron a otro campo al norte, en Bretaña y de allí a Rusia. Nos enseña sus recuerdos de Rusia, donde trabajó como profesora de los niños de la guerra y su marido de periodista. "Si me hubiera quedado, habría terminado en una cuneta", asevera Alejandra.

Marie Panabiere, aunque a ella le gusta que le llamen Amparo Sánchez, vive en Francia y es 'la niña del exilio', así la bautizaron los republicanos que se quedaron en el país galo. Pasó la frontera en el año 39 en brazos de sus padres. Y explica que "entonces no había más opción, era el exilio o la muerte". Aún recuerda sus días, semanas, meses en el campo de Francia.

Amparo y Alejandra saben lo que es dejar tu país. No entienden como el fantasma de su pasado es presente para los sirios. "¡Claro que les gustaría quedarse en su país!", exclama Alejandra. "Es normal que traten de poner su vida a salvo y nuestro deber como europeos es acogerles", afirma Amparo.