A vista de pájaro se puede apreciar con mayor claridad cómo quedan los pueblos, los montes y los barrios por los que la lava avanza, arrasando todo a su paso. Las imágenes de la tragedia captadas por drones reflejan en su conjunto la magnitud del destrozo.
Desde el aire descubrimos ríos de lava aún caliente, vastas lenguas solidificándose, un panorama de casa derruidas y sepultadas por la lava. También restos de roca aun ardiendo y desprendiéndose por las pendientes, mientras que la panorámica dibuja un horizonte lleno de columnas de humo.
Con las cámaras térmicas se puede medir además el calor que desprende le volcán, que alcanza los 1.3000 grados centígrados en sus puntos más calientes.
En definitiva, un panorama desolador que por la noche impacta todavía más rememorando secuencias propias de la ficción. El volcán y la lava, en su avance hacia el mar, sigue dejando imágenes sobrecogedoras.