Todos tienen un pasado, esconden una historia detrás de un cartel o en el asfalto, Manolo, nombre ficticio, lleva seis meses viviendo en la calle, su hijo menor de edad no lo sabe.

Ha trabajado desde los 12 años, con 46 el paro irrumpió en su vida y asegura que se la destrozó. Pide ayuda en la  calle pero sobre todo, pide un trabajo.

Delante de él pasan cada día miles de personas, pero nadie le ve. Él, invisible para muchos, será quien pase la Navidad en la calle. Aunque no pierde la esperanza, espera que su situación acabe pronto.

En los últimos cinco años se han triplicado las personas que no tienen un techo: son 30.000. Uno de  ellos es Miguel Ángel. Tiene 41 años, ha trabajado en casi todo  y es su segunda navidad al raso, es  por eso que prefiere no pensar en estas fiestas.

Más de la mitad de las personas que no tienen un hogar son españoles, hasta hace poco trabajadores de clase media. Es el caso de Héctor de 37 años  que busca trabajo de camionero. Asegura que acabar como él es muy fácil. Se siente abandonado por las instituciones y la sociedad, y esta será su cuarta Navidad así.

Únicamente piden que no se les criminalice por ser pobres. Ellos aseguran que no eligieron la calle,  sino que ella les eligió a ellos. Un trabajo es la delgada línea que les separa de volver a  recuperar una vida digna,  la que se ganaron con esfuerzo y que ahora la crisis les ha robado.