Hace 14 años, Ismael Álvarez, entonces alcalde de Ponferreda se sentaba presidiendo una mesa en el Ayuntamiento y, en el extremo, su jovencísima concejala de Hacienda, Nevenka Fernández, que confesaría sentirse entonces como un "pececito en un mar de tiburones".
Su relación apenas duró cinco meses y la ruptura marcó aún más la vida de ambos, ya que Nevenka denunció a Ismael por acoso sexual. Él siempre lo ha negado todo.
Ni el paso por la sala en la que se celebraba el juicio, cuentan, le ha restado saludos. Sabedor de su poder, tampoco dirigió una sola mirada a Nevenka durante el juicio.
Consciente de su peso político y personal, 25 años le separaban de Nevenka, que, en cambio, perdió su inocencia, la confianza y hasta 10 kilos de peso.
Con la mirada perdida, el paso rápido y bien asida por su abogado, ante los flashes Nevenka no pudo ocultar el pavor en su rostro, llegó con la respiración agitada y entró en la sala el 29 de mayo de 2002 sabiendo que dentro estaría él, sentado a tan sólo unos metros.
El juicio se dibujaba difícil y el imputado se erigió como víctima acosada, mientras ella incluso soportó la vejación del fiscal.
La Fiscalía pidió para el acusado 15 fines de semana de arresto y una indemnización de 6.000 euros; la acusación particular, un año de cárcel, 18.000 euros de multa y 12.000 euros indemnización por daños morales; la defensa solicitó la absolución de Ismael Fernández.
Hoy, diez años después, el condenado sigue en primera línea pública; aunque ya no gobierna como entonces, su partido es clave en el funcionamiento del Ayuntamiento del que fue alcalde, cuenta con un enorme apoyo popular y sigue siendo considerado un hombre de éxito, un triunfador.
Sin embargo, Nevenka, la víctima, está desaparecida. Es probable que siga exiliada voluntariamente en algún país del norte de Europa en el que se refugió tras el juicio.