La mantequilla ha sido demonizada por los nutricionistas en los últimos años, pero en realidad no es tan mala como parece: una dieta con mantequilla no tiene por qué ser perjudicial para el corazón.

Las grasas saturadas se pueden dividir en tres grupos. El primero de ellos es al que pertenecen las grasas saturadas cortas, aquellas que contienen los lácteos: éstas son mucho más cardiosaludables, y son la leche entera o la mantequilla. Aun así se debe poner un límite a su consumo, para ello Luis Alberto Zamora propone seguir la regla de la mano: una punta del dedo podría servirnos para todo el día, ya que sus calorías son las mismas que podría aportar un limón.

En segundo lugar están las grasas saturadas de cadena media, que no son tan cardiosaludables pero también tienen efectos beneficiosos. Es el caso de la crema de coco. La manteca, las carnes rojas o las carnes procesadas forman parte de aquellas grasas de cadena larga.

En el primer caso se trata de grasas más blancas, que aportan además vitamina A, B, E, selenio y yodo. No entra dentro de este grupo la margarina: se trata de una grasa trans, ya que es la transformación de un aceite instaurado en sólido mediante la hidrogenación.