Javier Casado dirige la Fundación +34, que asesora a presos españoles encarcelados en el extranjero y a sus familias y ha podido visitar varias cárceles tailandesas, como en la que se encuentra ya Daniel Sancho tras confesar el asesinato de Edwin Arrieta, y cuyas condiciones describe en Más Vale Tarde.

Según apunta, "no hay potabilidad en el agua" porque tampoco la hay "en el agua en dos millones de personas que viven alrededor de la cárcel": "La cárcel se asimila a la vida del entorno donde se encuentra", señala Casado, que agrega que en el interior "se nota el hacinamiento", al igual que ocurre en prisiones de otros países, como Ecuador o en Perú. "Lo que sí que se nota -destaca- es las altas temperaturas y la humedad".

Una situación, que unida al hacinamiento, resulta en un "mayor índice de contagio, mayor índice de necesidad alimenticia y unas circunstancias para poder convivir mucho más difíciles que en situaciones donde esa temperatura no es tan extrema". A ello, afirma, se une "otra dificultad" que es "la idiomática", puesto que "el tailandés no es un idioma que se aprenda en dos días".

En cuanto a la comida, Casado la describe así: "En la mañana es un cacho de bollo con un poco de agua y luego dos platos que siempre van acompañados de arroz que pueden ser con un poco de pollo o un poco de algo que llaman carne que mejor no saber su procedencia", resume. No obstante, indica, "se permite comprar comida para los internos" en un dispensario en el exterior, donde los familiares pueden dejar los alimentos ya pagados y que el preso los vaya retirando, aunque "escasamente dura para un par de semanas".

En cuanto a la atención médica, Casado la define como "muy deficitaria": "Es un enfermero o dos enfermeros con un médico para una población carcelaria que puede llegar a 20.000 personas", ilustra. Puedes escuchar su explicación en el vídeo que ilustra estas líneas.