El auto judicial sobre el caso de las niñas de Tenerife refleja las últimas nueve horas y media de vida de Tomás Gimeno, arrancando a las 17:00 horas del 27 de abril en que secuestró a Anna y Olivia, cuando recogió a una de sus hijas, y acabando a las 02:30 horas de la madrugada, cuando emitió un último mensaje desde su teléfono, que a partir de ese momento dejó de estar operativo.

En todas esas horas, más allá de asesinar, presuntamente, a las pequeñas, Gimeno llevó a cabo un ritual de despedida: dejó 6.200 euros en metálico a su entonces pareja, en un paquete que le pidió que no abriera hasta las 23:00 horas, cuando tenía previsto hablar con ella. Sin embargo, ella lo abrió a las 17:20 horas.

Ya con los cuerpos sin vida de sus hijas metidos en el maletero de su vehículo, acudió al domicilio de sus padres y, a escondidas, dejó allí a su perro Oto, dos tarjetas de crédito con las claves correspondientes y las llaves de un Alfa Romeo de su propiedad.

Pero, además, minutos antes o después de haber arrojado, supuestamente, los cuerpos de las niñas al mar -la Guardia Civil estima que en torno a las 22:30-, llamó a su exmujer y llegó a decirle que él no podía permitir que sus hijas crecieran sin él.

Además, ese día dejó sus propiedades a amigos, como un quad y una embarcación, e hizo dos últimas llamadas: una larga a su exmujer a las 01:30 horas y la última para despedirse de su pareja, que le dijo que las niñas deberían crecer junto su madre.

No hay indicios de una fuga

Lo cierto es que, aunque el auto da a Gimeno la condición de fugitivo, la hipótesis de la Guardia Civil desde hace semanas es que acabó con su vida tras asesinar a sus hijas. Sin embargo, en tanto no haya una constancia de que ha muerto, tiene que tener esa condición para que, si estuviera vivo, responda penalmente por el asesinato de las niñas.

No obstante, se han hecho todas las averiguaciones posibles para comprobar si Gimeno pudo intentar huir de la isla: se comprobaron a todos y cada uno de los barcos que en esas horas clave del 27 de abril pasaron por la isla, cualquier tipo de movimiento bancario y se han monitorizado todas sus relaciones y amistades.

Sin embargo, no hay absolutamente nada que haga pensar en un fuga y sí, en cambio, muchos indicios para pensar que se lanzó al agua tras hacer lo mismo con los cuerpos sin vida de sus hijas, entre ellos ese ritual de despedida en el que dejó dinero a su entonces pareja y repartió sus pertenencias entre amigos y familiares.