Tenía horarios fijos y familia con recursos. No era el objetivo inicial, pero el 20 de noviembre de 1992 terminó metida en un zulo húmedo y oscuro en el garaje de una casa de Olot, en Girona.

Los secuestradores pidieron rescates de hasta 100 millones de pesetas -600.000 euros- y la única prueba de vida en 492 días fue una cinta en la que se oía la voz de María Àngels.

El padre de María Àngels era un acaudalado empresario, lo que llamó la atención de los secuestradores. "Me meten en un sitio y se cierra la puerta. Y ahí me doy cuenta de que el tiempo se para", dijo María Àngels Feliu en el juicio.

La propia farmacéutica comentó en el juicio que la ropa de su cautiverio seguía oliendo mal. En 1993, el juez archivó el caso por falta de avances en la investigación.

Los secuestradores usaron distorsionadores de voz y Feliu creyó que eran nueve personas. El cerco policial y el temor de los captores frustró las entregas de dinero hasta en cinco ocasiones.

El 'carcelero' de María Angels Feliú decidió ponerla en libertad en una gasolinera. Ni el fiscal ni la defensa interrogaron a Feliu tras su declaración detallada. María Àngels aguantó el cautiverio en condiciones infrahumanas en un zulo insalubre.