Es la zona cero de la investigación. Un punto, en Belmonte de Pría, Asturias, con pocas vías de escape. El lugar perfecto para una encerrona y el escenario del crimen de Javier Ardines.

A las seis de la mañana del 16 de agosto de 2018, el concejal de 52 años, salió de su casa para dirigirse como cada día al Puerto de Llanes, pero tras recorrer apenas 200 metros, se topó con varias vallas de obra que le hicieron bajar de su furgoneta.

Dos horas más tarde, se encontró su cadáver tirado en la calle, con tres golpes en la cabeza y a unos 70 metros de su vehículo, que todavía estaba en marcha. Del asalto nadie vio nada. No hubo ni un sólo testigo.

Los investigadores peinaron la zona al milímetro. Buscaban rastros de varias personas porque Ardines era corpulento y, de ser uno solo, habrían encontrado más signos de resistencia.

No fue así. Tampoco había restos de ADN ni huellas, ni siquiera en las vallas que colocaron para cortarle el paso. Al parecer habían cuidado todos los detalles, con guantes incluidos.

Sin embargo, el ECIO, el equipo central de inspecciones oculares de la Guardia Civil, halló en la escena del crimen una sustancia oleosa que resultó ser spray pimienta. Un spray que los asesinos usaron para reducir a Ardines y que ha aparecido en otros puntos.

Así, seis meses después del asesinato, y tras una investigación a fondo de la vida personal y profesional del concejal, la verdad salía a la luz.

El pasado 19 de febrero era detenido el presunto inductor del crimen de Javier Ardines. Se trataba de Pedro Nieva, quien según los investigadores de la UCO habria ideado y planificado el asesinato.

Es el inductor pero no quien lo materializó, otras tres personas le ayudaron. ¿El móvil? Los celos. Nieva comprobó que el concejal mantenía una relación con su mujer, prima de la esposa de Javier Ardines.

Así, Nieva no dudó en contratar a dos argelinos para quitárselo de en medio. En un plan casi perfectamente ideado, Pedro contó incluso con un mediador que contrató a los matones para así evitar verse implicado.

Ahora, 361 días después, con el arma homicida todavía en paradero desconocido, la fase de instrucción permanece prácticamente parada a la espera de que las autoridades suizas extraditen a uno de los sicarios, que cumple prisión en el país helvético por robo con fuerza.