Ellos son los primeros en llegar a la escena de un crimen. Insectos diminutos como moscas, larvas o ciempiés pueden ser la clave para determinar la fecha de una muerte violenta. Una pieza clave en análisis forenses como el del caso de Diana Quer.

Desde el laboratorio de Entomología de la Comisaría General de Policía Científica, en activo desde 2000, estudian minuciosamente las diferentes especies que se recogen alrededor de un cadáver en concreto.

Estiman su tiempo de vida para calcular cuánto pasaron en el cuerpo y poder conocer así la fecha de la muerte de la víctima.

"En el momento en que el individuo fallece, se generan una serie de procesos físico-químicos que van a dar lugar, entre otros, a olores de putrefacción que atraen a esos insectos de interés forense", ha explicado una de las trabajadoras del laboratorio.

Los científicos forenses guardan las especies vivas en una nevera para así conservarlas a una temperatura adecuada. Al ser tan pequeñas, tienen que manipularlas cuidadosamente con pinzas.

El análisis forense consta de cuatro fases. La primera se trata de un análisis bajo el microscopio para determinar la 'edad' de los insectos recibidos. La segunda consiste en buscar la fase de desarrollo del primer colonizador, "el elemento más antiguo".

El tercer paso es realizar un análisis, una estima, de los datos de temperatura en el lugar de los hechos, la escena del crimen. Por último, se calcula cuánto lleva esa fase de desarrollo más antigua en el cadáver bajo las condiciones de temperatura estimadas.

Por otro lado, gracias a la Entomología puede conocerse, también, si el cuerpo ha sido trasladado de un sitio a otro o las causas de la muerte hasta 10 años después.