David Oubel fue el primer condenado a prisión permanente revisable en nuestro país. El jurado tardó apenas unos minutos en deliberar. Oubel, conocido como el parricida de Moraña, utilizó una sierra eléctrica para acabar con sus dos hijas, de nueve y cuatro años.

Un espantoso crimen que fue perfectamente calculado y ejecutado con ensañamiento. El acusado se mostró impasible al escuchar el veredicto, igual que Patrick Nogeira: culpable de matar a sus tíos y a sus dos primos, de uno y tres años, en Pioz, Guadalajara.

En ningún momento perdió la calma, y llegó a describir el crimen a la perfección: "La imagen que tengo es a ella con la cabeza para arriba y los niños aquí", aseguraba.

Daniel Montaño arrojó a una niña de 17 meses por la ventana porque veía en ella la semilla del mal. Pero no convenció al jurado.

José Rafael García Santana asesinó a su pareja, Cristina, que se encontraba en situación de dependencia por una enfermedad rara. No tuvo piedad y la apuñaló salvajemente delante de su madre y su sobrino de 16 meses. Ocurrió en Mora, Toledo.

Marcos Miras también fue condenado a prisión permanente revisable tras golpear a su hijo de once años hasta la muerte en Oza, A Coruña.

Pero si hay un caso que resulta especialmente doloroso es el de la niña Sara en Valladolid. Roberto Hernández acabó con la vida de la pequeña de cuatro años después de agredirla sexualmente, golpearla y someterla a un continuo maltrato durante meses con la connivencia de la madre de la niña.

La prisión permanente solo se ha revocado en uno de los diez casos en que se ha impuesto. El de Sergio Díaz, autor de la muerte a puñaladas del abuelo de su exnovia, en Icod de los Vinos en Tenerife.

La víctima apenas podía moverse pero esa vulnerabilidad se usó para agravar la condena por alevosía, y el Supremo entendió que la agravante no podía utilizarse dos veces para incrementar la pena.

Diez condenados por un total de 16 muertes. La cuestión es si Ana Julia Quezada podría encontrarse en esa misma situación, pensada para asesinatos especialmente graves, con menores, personas vulnerables o donde además concurre el delito sexual.

Para sus detractores, la prisión permanente elimina la posibilidad de reinserción. Para sus defensores, la sociedad debe tener el derecho a protegerse de sus monstruos.