Durante 12 días Ana Julia se mostró como una víctima más de la desaparición de Gabriel Cruz, pero estaba haciendo un papel.
Aunque, sin saberlo, desde el minuto uno estuvo en el foco de la investigación. Sus contradicciones y sus intentos de desviar la atención, pusieron en alerta a los agentes de la UCO.
Hasta en dos ocasiones, Ana Julia, hizo desparecer uno de sus cuatro teléfonos móviles, lo que mosqueo a la Guardia Civil y llegaron a la conclusión de que Ana Julia quería deshacerse de él y que su teléfono podría contener algún tipo de información relevante.
Solo cuatro días después de la desaparición del pequeño Gabriel, la acusada dijo haber encontrado una camiseta del niño. Se encontró en un lugar que ya se había rastreado y totalmente seca, a pesar de las lluvias de los días anteriores.
Ana Julia aseguró que era de Gabriel y que ella misma se la puso esa mañana. Una de las primeras contradicciones que encontró la investigación, porque, según la abuela del menor, fue ella quien visitó al pequeño aquel día.
Además, la prenda se encontraba a solo 500 metros de la casa de la expareja de Ana Julia, a quien ya antes había intentado señalar. Su relación con él no era buena y había afirmado en alguna ocasión que no le gustaban los niños.
Desde entonces la Policía le pinchó el teléfono y le puso vigilancia constante, hasta que el11 de marzo le tendieron una trampa: los agentes la fotografiaron sacando el cuerpo del pequeño del agujero, donde ella misma le había enterrado tras asesinarle y captaron imágenes de cómo lo metían en el maletero de su coche. Luego grabaron lo que iba diciendo mientras conducía, Ana Julia quería deshacerse del niño.
Justo antes de llegar a su casa, la detuvieron y dos días después confesó. Es la última prueba contra ella, su propia declaración, en la que aseguró haber matado a Gabriel. Pruebas que tendrá que explicar ante el juez y que serán claves en el juicio contra ella.
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