Si una persona coge un arma, la carga con un proyectil y dispara, se suelta plomo, bario y antimonio, que salen desprendidos tanto como hacia delante como hacia atrás, explica Ángel García Collantes, decano del Colegio de criminólogos de Madrid.

Estas pruebas de residuo de disparo han sido determinantes para resolver muchos casos. En el asesinato de Sheila Barrero se hizo la prueba de la parafina, en ese momento, la mejor forma para averiguar si alguien ha disparado un arma de fuego. Con el paso de los años esa técnica quedó obsoleta y se pasó a usar la prueba de residuo de disparo.

Más precisa, ha sido el punto clave en la resolución de muchos casos: el crimen de Isabel Carrasco, asesinada en la vía pública en León; el de Carmen Martínez, asesinada en el interior de un coche con dos tiros en la cabeza.

Caso a caso y gracias a los nuevos avances tecnológicos, las técnicas utilizadas por los investigadores cada vez son más sofisticadas y permiten atrapar a los asesinos, también cada vez más rápido.

¿Cómo se hace esta prueba?

Se usa un kit que lleva unas propiedades pegamentosas. "Debe de ser manipulado con guantes, para asegurar la cadena de custodia", cuenta Collantes.

Además, incluye un portaminas y se aplican toques (entre 80 y 100 veces) en la piel, la ropa del investigado y en la zona que está a una distancia de un metro de donde se ha producido el disparo.

Tiene un microscopio de barrido y "busca los componentes que tiene el fulminante, no la pólvora", indica el experto. Se busca plomo, bario y antimonio, ya que son elementos comunes en todas las balas.

Cuanto antes se haga la prueba, mejor, pero se puede encontrar este tipo de residuos pasadas las 24 o 36 horas.