Para poder llegar al momento en que aparecía el cuerpo sin vida de Mónica Borràs, los Mossos han tenido que seguir, estudiar y analizar cada paso de Jaume Badiella.

Y así han conseguido pruebas suficientes para acorralarle y conseguir que, diez meses después de la desaparición de su expareja, confiese el crimen. ¿Y cómo han llegado hasta ella? La propia actitud y las contradictorias declaraciones del presunto asesino ya le situaron como principal sospechoso.

Porque él fue la única persona que estuvo con ella esa mañana del 7 agosto de 2018 y en el lugar del crimen, la casa que compartían en Tarrasa, en Barcelona.

Y se tomó su tiempo para decidir qué hacer y cómo actuar después de matarla. Optó por contar que Mónica se fue de casa después de una discusión, pero ni llamó a sus familiares para preguntar por ella, ni salió a buscarla. Hasta que tres días después, avisa y acompaña a la madre de Mónica a denunciar su desaparición.

Quizás en un intento de aparentar preocupación o por querer estar al tanto de las actuaciones, pero los investigadores descubren que Jaume no tenía coartada para el día y la franja horaria en la que tuvo lugar el asesinato.

Siguiendo la actividad del teléfono de Mònica fue el siete de agosto de 2018 entre las 9.59, hora a la que envía el último mensaje, y las 10.46 de la mañana, cuando deja a medias una conversación. Según Jaume se fue de casa dejando allí su teléfono, algo que no cuadra a su entorno porque siempre llevaba su teléfono encima.

Tampoco creen que se fuese de forma voluntaria. Solo tres días antes de desaparecer había echado a Jauma de casa tras una discusión y una pelea que acabó con una agresión mutua. Mònica ya avisó en ese momento a su psicóloga de que su expareja le había agredido.

Otra de las pruebas que siguieron los Mossos fue su cuenta bancaria. Los investigadores se dieron cuenta de que Jaume sabía que Mònica no volvería. Porque, sin perder tiempo, un día después de matarla ya estaba quitándole su dinero.

Se realizó transferencias y llegó a sacar hasta 600€ en efectivo haciéndose pasar por ella. Incluso se hizo con un duplicado de su tarjeta, que llevaba encima el día que fue detenido.

Y con todos estos indicios llegaron a encontrar el cuerpo de Mònica cuando realizaban el registro de la vivienda que compartían víctima y asesino. No fue hasta que el georradar la encontró cuando Jaume confesó que era el cuerpo de Mònica Borràs y que él la había matado y enterrado en el patio.