La ansiedad, provocada por el calor y el estrés de estas fechas, puede empujarnos a comer compulsivamente 'comida basura'. Investigadores australianos han descubierto que este tipo de ingestas abusivas de este tipo de alimentos provocan que nuestro cerebro nos exija más.

Los factores psicológicos afectan a la hora de tomar decisiones en nuestra nutrición. "El problema no es la comida, es por qué elijo esa comida, y ahí entran varios tipos de nutrientes que pegan un golpe a nuestro cerebro espectacular", ha indicado Pablo Ojeda en Más Vale Tarde.

Según el experto, el azúcar puede liberar las ganas de comer hasta en un 150%, al igual que le pasa a las grasas saturadas de las pizzas. Pero hay un elemento clave: el glutamato monosódio, el famoso sabor de las patatas o de algunas salsas, un liberador de sensaciones que pide más.

"Tenemos que acostumbrarnos a sabores más neutros", ha indicado el nutricionista, que ha asegurado que esto ocurre porque cuando comemos de manera habitual nuestro cerebro nos da dopamina poco a poco, si bien cuando ingerimos cualquiera de estos alimentos hipercalóricos nuestro cerebro genera un 'boom' de dopamina que hace desaparecer la ansiedad y el estrés: "Es igual que la droga, un mono que genera síndrome de abstinencia".