Era 1993. España quería exhibir al mundo una España de modernidad y de éxito en los Juegos Olímpicos. El país quería romper con su pasado oscuro cuando un 3 de noviembre se topó con una historia que cambió muchas cosas. Ese día tuvo lugar la desaparición de tres adolescentes de 14 años.

Su búsqueda, sus padres, sus abuelos y su pueblo se convirtieron en seguida en una prioridad informativa. Miriam, Toñi y Desirée tuvieron la condición de desaparecidas durante 75 días.

Sus padres aprovecharon la atención mediática para presionar sobre la búsqueda. Imprimieron cinco millones de carteles que colgaron por toda España, Marruecos, Francia, Inglaterra y Portugal. El padre de Miriam, Fernando García, fue el que dio la cara por todos ellos. Él asumió la condición de portavoz de las familias, algo insólito hasta el momento en las desapariciones. Se convirtió en un reclamo de platós de televisiones públicas o privadas.

El periodista Paco Lobatón cree que Fernando García tuvo un protagonismo especial otorgado por las otras dos familias. Pero también tuvo sombras. "Yo creo que hubo un aprovechamiento que no fue noble de ese sufrimiento", explica el experto.

Lobatón cree que, aunque el caso fue resuelto judicialmente, quedan reflexiones pendientes, como por la función policial o la eficacia policial en ese momento. "Hoy tenemos un plan estratégico para las desapariciones, que se aprobó el año pasado con una dotación económica para las desapariciones, y los cuerpos de seguridad están siguiendo un proceso de formación maravilloso", puntualiza. "Todo eso hace 30 años no existía", resume el experto.