En el verano de 1983 entraba en vigor la Ley Laboral que, por fin, nos permitía disfrutar 30 días de vacaciones. ¿Sería por eso que en cada rincón de nuestro país sonaba el 'Vamos a la playa'? Siguiendo esa melodía hipnótica, los españoles nos fuimos a la playa. La mayoría lo hacía con los bañadores, pero los que no, los que ya hacían nudismo desde los años 60, se encontraron en los 80 con que su paraíso era invadido.

Aquel verano, los vecinos de Baroña, en Galicia, quisieron tapar a los nudistas de la playa de cualquier manera: amenazaban con echarles incluso gasolina y se enfrentaban a ellos armados con tijeras de podar.

Aquella batalla entre la ropa y la carne acabó con la detención de 14 nudistas por escándalo público, pero no se iban a tapar y formaron un movimiento reivindicativo contra la cruzada de la moral, del miedo al cuerpo, para exigir espacios nudistas en nuestras playas.

La semilla se plantó en Galicia, pero las ganas de reivindicar el nudismo crecieron en toda España. Volaron bañadores y bikinis por toda la costa hasta llegar a un lugar, curiosamente sin mar y con mucha corbata donde por fin las "tetiñas" si fueron 'frees'.

Y es que en 1988, el Congreso de los Diputados suprimió la ley de escándalo público y el nudismo dejó de ser delito. Nadie volvería a ser multado por disfrutar del mar sin ropa total: diputado.

Unos 40 años después, en 2023, el problema ahora son las vistas y no de los cuerpos precisamente. La saturación de nuestras playas es casi total y muchos 'textiles' se van con sus bártulos a espacios nudistas, normalmente más tranquilos, hasta que llegan muchos 'textiles'.

Los nudistas denuncian que "con el moralismo, el puritanismo que ha invadido la sociedad vamos hacia atrás". Uno de estos nudistas explica a laSexta que ha recibido insultos y algún conato de agresión física. Frente a eso, anima a "liberarse y sentir el agua y el sol en todo el cuerpo".