Convertir un local comercial en una vivienda es una práctica cada vez más común en las grandes ciudades españoles. La falta de comercio está provocando que cada vez más de estas antiguas sedes de tiendas o bancos se vean reconvertidas en nuevas vivienda: una 'segunda vida' por la que optan cada vez más propietarios.

Se calcula que desde 2019 han cerrado en España unos 85.000 locales. En Madrid, uno de cada cinco ya se ha reconvertido en vivienda. Y en Barcelona, la demanda para cambiar el uso de local a vivienda se ha triplicado. Un verdadero boom.

Y básicamente se trata de una cuestión de supervivencia. Los propietarios tienen un local vacío que les da cero rentabilidad y si lo convierten en piso sí la tienen. Y alta: el mercado inmobiliario, de venta o alquiler, suele ser más rentable que el negocio de locales comerciales. En Madrid un local de 60 metros cuadrados se puede alquiler por 600 euros, pero reconvertido en vivienda se pude ir a 900 o 1.000 euros. Suele ser la última opción, ya que se ahorran obras. Pero el negocio local está en decadencia.

Las ventajas para quien apueste por vivir en un antiguo local comercial son tres: va a entrar a una vivienda totalmente reacondicionada. Además, le va a costar menos que en otras casas porque se trata de un bajo. En tercer lugar, esto permite que aparezcan viviendas en zonas muy tensionadas donde hay pocas y muy caras.

Pero también tiene inconvenientes: los barrios se mueren sin librerías, panaderías o bares. Y si se destinan al alquiler turístico, todavía peor. Además, hay un último inconveniente para quien apuesta por uno de estos locales: la inseguridad. No es lo mismo que tu puerta dé a un pasillo que directamente a la calle.

Estas viviendas han de contar con unos requisitos mínimos de superficie, altura, ventilación... Eso lo fija cada Ayuntamiento, aunque es necesario comprobar también los estatutos de cada comunidad, a la que podría tener que pedirse permiso. Después hay que presentar el proyecto de reforma y, si obtienes el permiso, hacer las obras. Conseguir la licencia, pasar por el notario, el catastro... De hecho, muchos de los anuncios no tienen la llamada "cédula de habitabilidad", lo que impide el empadronamiento.