La última vez que se vio a Fernando Sánchez Dragó en un acto público fue en el Congreso de los Diputados durante la moción de censura de Ramón Tamames hace tres semanas. De hecho fue el propio Dragó quien le animó a ser el candidato de la ultraderecha.

Dragó escribió más de 40 libros y ganó el Premio Nacional de Literatura. Pero también desarrolló un gran compromiso político. Empezó en el Partido Comunista y acabó alimentando la fábrica de ideas de la derecha más ultra.

Según él, nunca tuvo ideología, sino ideas. Es difícil identificar al Dragó de los últimos años con aquel joven universitario de los 50. El que, a pesar de haberse criado en uno de los barrios ricos de Madrid, ingresó en el Partido Comunista para "correr aventuras". Encarcelado en los sucesos del 56, y dos veces más hasta 1963 por sus escritos e ideología escapó al exilio y regresó en los 70. Pero a pesar de todo, defendía el franquismo como una época de libertad.

De ahí, al giro político que lo convierte en defensor a ultranza de los populares en la década de los 90. Llegó a calificar a Aznar como "el mejor jefe de Gobierno de toda la historia de España". Pidió el voto para él en las elecciones de 1993 y en alguna ocasión le agradeció aquella famosa foto de las Azores.

Tras reconocer públicamente su predilección por Marine Le Pen o Donald Trump o de alabar las exigencias de Giorgia Meloni, culminó su viraje político suscribiendo al 90% del programa de Vox. Entre su prolífica obra, 'La España vertebrada', el primer libro sobre el líder del partido tras tres días de conversaciones entre ambos. Así se convirtió en algo más que su defensor.

Celebró la llegada del partido al Gobierno de Castilla y León, que a pocos días de su muerte, iba a galardonarle con el Premio de las Letras 2022, alabado a la par que criticado por su vínculo político. Se había convertido prácticamente en uno de los ideólogos del partido, compartiendo las críticas hacia la ministra de Igualdad, el feminismo y mezclando a partes iguales sexo y política en sus opiniones.

Pero si con alguien comparte evolución política es con su gran compañero Ramón Tamames, con quien fraguó una larga amistad de 70 años tras coincidir en la cárcel de Carabanchel. Se habían conocido en el Partido Comunista, compartiendo decían, ansias de libertad pero no ideas marxistas. Y aún con ese pasado y sin militar en el partido, consiguió convencer en una comida a Santiago Abascal de su apuesta para la moción.