El pequeño pueblo de Medjugorje, en Bosnia-Herzegovina, sigue atrayendo a miles de peregrinos católicos de todo el mundo, impulsados por la fe y la devoción a la Virgen María, quien, según los videntes locales, se aparece cada día a las seis y media de la tarde desde 1981. Estas apariciones han generado una corriente imparable de fe que el Vaticano ha decidido respaldar de manera oficial, avalando las peregrinaciones a este lugar de culto. No obstante, en un giro que marca un antes y un después en el manejo de este tipo de fenómenos, la Santa Sede ha anunciado que no se pronunciará sobre la naturaleza sobrenatural de las supuestas apariciones.
La decisión del Vaticano se enmarca en una nueva política que, desde mayo pasado, establece que no habrá más declaraciones definitivas sobre si las apariciones de la Virgen en distintos lugares del mundo son sobrenaturales o no. Esta postura contrasta con la que adoptó en el pasado con otros casos célebres como Lourdes o Fátima, donde sí se reconocieron los hechos como sobrenaturales tras rigurosas investigaciones.
Entonces, ¿por qué el Vaticano decide ahora avalar las peregrinaciones a Medjugorje? La respuesta parece estar en los efectos generados en los creyentes. El Vaticano valora no solo la devoción, sino también el impacto positivo que estas apariciones tienen sobre la fe de los fieles, así como la integridad de quienes aseguran ser testigos de tales visiones. Esto no implica necesariamente un reconocimiento de lo sobrenatural, sino más bien una aprobación del bien espiritual que Medjugorje ha traído a tantos.
El proceso de análisis de las apariciones se basa en una clasificación que va desde el 'nihil obstat' —es decir, que no hay nada contrario a la fe—, como es el caso de Medjugorje, hasta el 'Declaratio de non supernaturalitate', que descarta por completo cualquier fenómeno milagroso, como ocurrió recientemente en Trevignano, Italia, donde una vidente afirmaba que la Virgen multiplicaba pizzas y gnocchis.
Para los fieles católicos, no es obligatorio creer en las apariciones marianas, ya que no forman parte de los dogmas de fe.
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