La invasión de la península de Crimea fue en 2014, hace ocho años. Desde entonces, las hostilidades en todo el este de Ucrania no han parado, por lo que se puede decir que en este país ya hay una guerra, y lo que está en juego ahora es si esa violencia en una parte del país se extiende por todo el territorio. Cabe destacar, en este sentido, que esta no sería la primera guerra de Putin, presidente de Rusia, como ha analizado en laSexta Clave la periodista Ariadna García Chas.

De hecho, el actual mandatario ruso se inauguró en el cargo con una guerra. En agosto de 1999, como primer ministro en aquel momento, se lanzó a una guerra en Chechenia. La idea era acabar con los movimientos separatistas y, según el gobierno ruso, también con los terroristas instalados en dicho país. Chechenia es una república, pero está dentro de Rusia y pertenece a este país. De hecho, cuando los rusos recuperaron el control sobre la región, colocaron a un presidente afín. Para más inri, cuando aún no había terminado esta guerra empezó otra.

La segunda guerra de Putin también fue en el espacio postsoviético, pero en este caso en un país ajeno, en Georgia. Precisamente, este caso puede recordar un poco más a lo vivido en Ucrania, porque Georgia también fue una república soviética cada vez más próxima a la Unión Europea y con varias regiones separatistas prorrusas: Osetia del Sur y Abjasia. En 2008, Georgia ordenó una ofensiva en Osetia y el Kremlin respondió invadiendo el país y expulsando a los georgianos de Osetia. Moscú justificó la guerra contra Georgia alegando que las minorías étnicas del país estaban en peligro.

Ese es un argumento recurrente. De hecho, es exactamente el mismo argumento que usaron para invadir la península de Crimea. Es más, Rusia sostiene que la mayor parte de la población de la Península de Crimea prácticamente apoyó la entrada de las tropas rusas en su territorio. La realidad es un argumento que Rusia puede usar con cierta libertad porque es un hecho que hay minorías rusas prácticamente en todos las repúblicas postsoviéticas. Pero el mayor de los problemas en este caso es que fue un conflicto que a las pocas semanas se extendió al Donbás.

Allí, en la frontera con Rusia, todavía hoy sigue activa esa guerra con 10.000 muertos contabilizados oficialmente. Tampoco hay que olvidar otro conflicto en el que Putin tuvo un papel muy relevante: el de Siria. No era su guerra, pero era la de su amigo, Bashar Al Asad. Rusia entró en el conflicto en 2015, principalmente por aire, con bombardeos, para mantener a su aliado en el poder. Es verdad que para Rusia también era una guerra contra el terrorismo, aunque a sus ojos, eso era cualquier grupo armado contrario a Asad.

Finalmente, quedan por destacar los lugares en los que intervienen gracias a grupos paramilitares como el Wagner Group. No es el Ejército de Rusia, pero hay quien sostiene que quien está detrás de estos grupos es Putin, aunque este siempre ha negado cualquier tipo de relación ellos. Por el contrario, para organizaciones como Amnistía Internacional, sí existe un nexo directo entre Wagner y Putin. También la propia Unión Europea lo ha denunciado. Se trata de un grupo de unos 5.000 mercenarios rusos y extranjeros. Han participado en conflictos a nivel global en los que Rusia tenía intereses estratégicos.