Esta semana se cumple una década del desastre de Fukushima, en Japón. Primero, hubo un terremoto de magnitud 9.0. Después, vino un tsunami y, con ello, un accidente nuclear en la central de la zona.

El segundo más grave de la humanidad tras el de la entonces central nuclear soviética de Chernóbil. Fukushima provocó la evacuación de 164.000 personas y aún hay 43.000 japoneses que no pueden volver a sus casas.

Hoy, 10 años después, nos preguntamos: ¿cómo está la región una década después?, ¿se puede respirar sin miedo en Fukushima?

Para comprobarlo, José María Rivero ha comparado el nivel de radiación del plató, ubicado en Madrid, y el que ahora mismo se respiraría en Fukushima.

Actualmente, la capital de España se sitúa entorno al 0,12. En la mayor parte de Fukushima el nivel es el mismo que en Madrid, pero la llamada 'zona de exclusión', de una superficie cercana a la Sierra de Guadarrama, se llega a multiplicar por 30.

La tierra de la zona también es fértil. Se pueden cultivar todo tipo de verduras y hortalizas, aunque todo lo que se cultiva y se cría tiene que pasar unos controles para comprobar que la radiactividad no supera un nivel determinado.

El motivo de la preocupación por estos alimentos reside en que cuando se produjo el accidente nuclear se creó una nube tóxica de Cesio, uno de los elementos radioactivos que reabsorbe la tierra, el agua o las plantas, entrando en el circuito de la naturaleza.

Para intentar eliminar este elemento, las autoridades trataron de remover y cepillar la tierra con el objetivo de llevarse el elemento radiactivo que se había posado. Una actividad que se llevó a cabo cerca de las casas o en las cunetas, pero no en toda la superficie afectada.

La tierra retirada se acumuló en grandes bolsas de basura que, a día de hoy, continúan siendo un estorbo amontonado en las inmediaciones de la central. Por el momento, es la única solución posible, aunque se espera que de aquí a unas décadas, cuando se pueda completar el desmantelamiento de la central, se pueda actuar con ello porque la radioactividad haya bajado.

Lo mismo ocurre con el agua. El accidente provocó el colapso del interior del reactor y ese interior del reactor, el combustible que estaba generando energía sigue ahí. Y sigue generando radioactividad.

A día de hoy, solo pueden entrar robots, ya que el ser humano no soportaría la radioactividad desprendida de esos reactores. Además, para bajar la radioactividad se echan diariamente litros de agua con el objetivo de refrigerar esos reactores.

Así, surge de nuevo el problema de sacarla, ya que incluso depurada sigue teniendo elementos radioactivos, por lo que se encuentra almacenada y se desconoce cuál será su paradero final.

En principio, existe el plan de verterla al mar, ya que no hay otra opción, pero, ¿qué supondría esto para el medioambiente? Según ha explicado José María Rivero en laSexta Clave, existe un riesgo, aunque en principio el agua ya tiene elementos radioactivos.

La catástrofe fue un golpe mundial. Sin embargo, a día de hoy oficialmente Japón no asume ningún fallecido por el accidente nuclear de Fukushima. De hecho, quienes murieron durante la evacuación cuentan como fallecidos a causa de infarto. Lo único que se ha reconocido es que hay casos de cáncer entre los trabajadores que accedieron a la central tras el accidente a tratar de controlar, a tratar de restaurar.