Conocido como el 'general Armagedón' por su dureza, Serguéi Surovikin tiene 56 años, nació en Siberia y lleva toda su vida dejando cadáveres por el mundo.

Su carrera la inició con el fallido golpe de Estado que sufrió Gorbachov en 1991. Entonces, Surovikin dirigió una unidad de militares que pasó por encima de los manifestantes y por aquello fue condenado a pena de prisión. Cumplió seis meses en la cárcel, pero el entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin, ordenó su liberación.

Cuando salió de la cárcel, fue a Tayikistán, que en los 90 formaba parte de la Unión Soviética y cuya independencia acabó en guerra civil. Allí, la misión de Surovikin fue dirigir todo tipo de ataques contra la población civil.

Su siguiente paso fue en Chechenia: participó en un conflicto en el que se calcula que murieron 50.000 personas, la mayoría civiles. De hecho, allí Surovikin prometió públicamente matar tres civiles por cada soldado muerto.

Pero su gran obra asesina fue en Siria, donde dirigió varias ofensivas con el ejército ruso. Se le acusa de ser responsable de la destrucción desde el aire de gran parte de la ciudad de Alepo, donde los ataques mataron a 1.600 personas. Su crueldad en Siria fue aplaudida en Rusia: un mes más tarde fue condecorado por Vladímir Putin y recibió el título de 'Héroe de la Federación Rusa' por "el coraje y heroísmo mostrados".

Tras 30 años de sangre, llegó la invasión de Ucrania. Surovikin comenzó dirigiendo las operaciones en el sur del país y fue puesto a cargo de todas las operaciones en octubre. Sin embargo, en enero de este año fue relevado, aunque continuó como adjunto. Ha sido un hombre de confianza de Putin, recibiendo también elogios del líder de Wagner.