El libro sobre el emérito contiene 367 páginas llenas de detalles muy reveladores. Por ejemplo: Corinna tuvo acceso a informes clasificados del servicio secreto español sobre Vladímir Putin con la mafia rusa. La amante del rey pudo ver documentación reservada sobre el auge del populismo en Venezuela y Bolivia. Tuvo acceso a ellos porque el emérito se los enseñó.

Hay otras informaciones reservadas que conoció Corinna, no porque el emérito se las contara, sino porque ella misma las vio durante sus años de relación con el Borbón: bolsas de billetes por palacio para pagar gastos o detalles muy ilustrativos de las gestiones de Don Juan Carlos. Como el día que pudo ver cómo Javier Monzón, expresidente de Indra durante 22 años, entregó al emérito varios post-it para pedirle gestiones muy concretas con sus homólogos en Oriente Medio. Todo siempre según el libro de Olmo y Fernández.

Otro ejemplo de las cosas que presenció Corinna: a Alberto Ruiz-Gallardón, entonces ministro de Justicia, reuniéndose con el rey Juan Carlos en la mismísima Zarzuela para intentar sacar como fuera a la infanta Cristina del Caso Nóos. El amor entre el emérito y su amante se acabó. Y cuando don Juan Carlos intentó recuperar los 65 millones de euros que le dio a Corinna, ella se negó. Ahora se sabe también que tampoco logró recuperar de su amante unas joyas muy valiosas.

En el año 2011, según cuenta el libro, el rey quería reconquistar a Corinna Larsen y le regaló dos esmeraldas en forma de lágrima de "un verde brillante rabiosamente natural". Su precio: 250.000 euros. Más de lo que el rey cobraba oficialmente. Larsen dijo que las quería para pendientes, las quiso engarzar con diamantes y las llevó a una de las mejores joyerías del mundo. Una de las esmeraldas se rompió y para sustituirla le pidieron la factura. Pero la factura no llegaba porque "el monarca se las había llevado de la joyería sin dejar rastro documental de esa operación y menos aún del pago del IVA correspondiente".

¿Más regalos? La siguiente historia del libro está relacionada con uno de los robos más misteriosos de España. Un Velázquez y un Fernández Valdés robados de la parte privada del Palacio Real de Madrid. Año 89. Su valor entonces era de 175 millones de pesetas. Desparecieron sin violencia y con los accesos protegidos. ¿Dónde están? "El jefe de la Zarzuela antes de fallecer reveló a un allegado dónde estaban". En el libro se dice que Sabino Fernández Campo contó que los había visto colgados en las paredes de la casa de una amante de la monarca.

Según el libro había dinero para todo el mundo: habla de nuevos ingresos en cuentas en el extranjero, de parcelas regaladas en la milla de oro marroquí, de cómo el emérito entregó su ático de Londres al hijo de un traficante de armas como regalo de bodas, de sus negocios con los coches de lujo o de los más de 400 relojes de lujo que tiene. Alguno regalado por traficantes de drogas.

Pero también había tarjetas black con nombres. El libro dice: "Entre los principales usuarios se encontraban la infanta Cristina, la infanta Elena y los dos hijos de esta última, Victoria Federica y Froilán, aunque también los disfrutó la reina Sofia".

Una de esas tarjetas la gestionaba Sanginés-Krause, amigo del rey hasta que el rey pensó que le timaba. El rey quería colar 20 millones de euros opacos en España y le dijo a Sanginés-Krause que era la persona. Pero cuando un año después le reclamó el dinero, su amigo le dijo que todo se había esfumado, que lo había invertido y que no había ido bien. El emérito se enfada y, según el libro, "está decidido a demandarle por estafa". Hasta que "su entorno le convence para que no acuda a los tribunales porque sería imposible ganar un caso sin ningún contrato ni documento que acredite la entrega del dinero".