En las últimas horas, la Corte Penal Internacional ha ordenado detener a Putin y a una de sus consejeras por la deportación y el traslado ilegal de niños ucranianos a Rusia. En laSexta Clave no nos fijamos en él, sino en María Lvova-Belova. Un dato: la comisionada del gobierno ruso para los derechos del niño tiene 23 hijos con un sacerdote ortodoxo.

María Lvova-Belova tiene 38 años, es funcionaria y consejera de Putin, y ocupa el cargo desde octubre de 2021, cuatro meses antes del inicio de la guerra. Desde entonces, se ha convertido prácticamente en la sombra del presidente. No es extraño verla junto a él durante sus discursos y mítines. Antes fue senadora. Había cambiado sus clases de guitarra por la política. Ascendió rápidamente en las filas del partido y acabó convirtiéndose en una de las figuras más destacadas del Kremlin.

Presume de su labor en la "integración" y "evacuación" en el país de los niños procedentes de zonas de guerra, ahora de Ucrania, antes por ejemplo de Siberia. Aunque más bien podríamos llamarlo "rusificación". Ella lo vende como una preocupación por sus intereses.

En sus redes sociales lo justifica como una mujer que defiende valores como la familia, la religión o la caridad. Lvova-Belova se siente orgullosa, a juzgar por sus propios vídeos, de rescatar a menores ucranianos del sufrimiento y ponerles al mejor de los cuidados con familias rusas deseosas de compartir su amor. No desaprovecha cualquier oportunidad para fotografiarse junto a ellos en sus traslados al país.

Presume de que escolta personalmente los aviones cargados de niños ucranianos temerosos, prácticamente "secuestrados" en las zonas ocupadas. Pero la realidad es bien distinta. Para el derecho internacional, estos traslados forzosos son deportación y genocidio. De hecho, la funcionaria ha sido sancionada por la Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Canadá, Reino Unido y Suiza por estas acciones.

A juzgar por su cargo puede que a alguno no le extrañe la extensa familia que ha formado: 23 hijos, solo cinco de ellos biológicos junto a un sacerdote de la iglesia ortodoxa rusa. El último en formar parte de su extensa familia un adolescente de 15 años, procedente de Mariúpol y a quien, según ella, sus tutores abandonaron después de que su madre muriera de cáncer.