El Gobierno ha alcanzado este jueves un acuerdo por la reforma laboral con todos los agentes sociales. Se trata de la octava reforma laboral de la España democrática. Y sólo tres han contado con el apoyo tanto de la patronal como de los sindicatos. Las repasa el periodista y presentador de laSexta Clave, Rodrigo Blázquez, en la hemeroteca de laSexta Clave. La primera reforma laboral se acordó en 1984, dos años después de que el PSOE ganara las elecciones.
En ese momento, casi hacen pleno. Estuvieron de acuerdo empresarios y UGT, pero no Comisiones Obreras. Si hay que definir con una palabra esta reforma es fácil: temporalidad. El paro estaba en el 21% y la solución fue la de fomentar los contratos temporales. Se crearon muchas figuras nuevas: el contrato de fomento al empleo, el eventual por circunstancias de la producción, el de formación, el de tiempo parcial. Casi 40 años después, muchos aún nos suenan.
Por lo menos, también aprovecharon para aumentar las prestaciones por desempleo. La siguiente reforma data de 1994. ¿Quiénes la apoyaron? CCOO y UGT, no; la patronal, sí. El gobierno socialista apostó por contratos de prácticas y de formación para los jóvenes, amplió las causas de despido procedente e introdujo mayor flexibilidad. Por eso, los empresarios estaban contentos, y los sindicatos, no tanto. Eso se trasladó a las calles, pues el gobierno de Felipe González se encontró con una huelga general.
El cambio llegó a La Moncloa y en 1997 se pactó una nueva reforma laboral. Aznar contó con el apoyo de todos: patronal y sindicatos, y eso que introducía un nuevo contrato con el despido más barato. La estrella de esa reforma fue el "contrato de fomento de la contratación indefinida", que era básicamente que te podían echar pagándote mucho menos. La última reforma de Aznar en este sentido tuvo lugar en 2001 y sin acuerdo. No la apoyaron ni Comisiones, ni UGT, ni los empresarios.
De Zapatero a Rajoy
Las negociaciones se alargaron tanto que Aznar decidió apretar, y así lo hizo: aprobó la reforma por la vía rápida. Y el famoso "empleo de fomento de contrato indefinido" se amplió a muchos más colectivos. Traducción: despido aún más barato. Llegó Zapatero al Gobierno y, con él, una nueva reforma laboral. En 2006 fue la última vez -hasta hoy- en la que hubo consenso total. CCOO, UGT y los empresarios apoyaron la reforma. La prioridad era la lucha contra la temporalidad.
Podía haber sido histórica, sí. Los objetivos eran muy ambiciosos y la sintonía entre Gobierno, empresarios y sindicatos era total. Hasta derrochaban sonrisas. Pero llegó la crisis y se les acabó el amor. En 2010, Europa obligó a Zapatero a imponer una nueva reforma laboral, y su contenido no gustó a nadie, ni a sindicatos ni a empresarios: cero consenso. El texto estaba plagado de imposiciones de Bruselas.
Y así nos plantamos en 2012. Llegó el PP de Rajoy y la séptima reforma laboral en la historia de nuestra democracia. CCOO y UGT se opusieron. Pero la patronal sí la apoyó. Fue la reforma del abaratamiento del despido. Para Rajoy, era otra cosa justa tanto para él como para los empresarios. Pero no para los sindicatos, que fueron a huelga general. La indemnización por despido improcedente pasó de 45 días por año trabajado a 33 en todos los contratos. Además, la empresa no necesitaba alegar pérdidas para despedir a un trabajador.
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