Pedro Sánchez, su carta a la ciudadanía y sus cinco días de reflexión han abierto el terreno a la mezcla entre política y sentimientos, lo que los expertos conocen como emocracia. La RAE define este término como la creación neológica con la que se expresa la idea de que gobiernan las emociones.

Esta idea de que se gobierna a través de los sentimientos no es nueva, políticos como Justin Trudeau en Canadá la han llevado a cabo al pedir perdón entre lágrimas a las personas LGTBI por los años en los que se les persiguió en Canadá, algo que le situó como un líder internacional sensible y cercano.

El ejemplo contrario sería el de Donald Trump, que fundamenta sus argumentos políticos a través del odio, como cuando sus seguidores pidieron que "enviase de vuelta" a una senadora somalí que Trump señaló de forma pública.

Benjamin Netanyahu representa uno de los sentimientos más peligrosos estando en el poder, una venganza que le ha llevado a bombardear durante meses la Franja de Gaza y a seguir diciendo que los palestinos "pagarán un precio como nunca antes había conocido".

Lejos de personas concretas, un evento en el que primó lo sentimental por encima de lo político fue el Brexit, cuando Reino Unido decidió marcharse de la Unión Europea dejando atrás todas las repercusiones que ha conllevado.