La presencia de drogas en los conflictos bélicos no es un fenómeno nuevo, sino una constante a lo largo de la historia. El captagón, conocido como la 'cocaína de los pobres' o 'la droga del ISIS', según el diario israelí Haaretz, ha emergido como una herramienta utilizada por terroristas de Hamás para estimularse, desinhibirse y posiblemente aumentar su nivel de violencia.

Desde los vikingos que consumían hongos alucinógenos hasta los nazis que distribuían pervitin, un antecedente de la metanfetamina, a sus soldados durante la Segunda Guerra Mundial, las drogas han sido empleadas en diversas culturas y épocas. Los espartanos mezclaban opio con vino y miel, mientras que los británicos y estadounidenses se suministraban con millones de pastillas de metanfetaminas y anfetaminas, respectivamente.

Durante la Guerra de Vietnam, las anfetaminas desempeñaron un papel crucial en el combate. Soldados alemanes, británicos y estadounidenses consumieron millones de pastillas para mejorar su rendimiento. La dextroanfetamina, una versión mejorada, no solo potenciaba las habilidades de combate, sino que también reducía las crisis mentales en el momento. En esa época, los efectos y la percepción de estas sustancias aún no estaban claros ni mal vistos.

En la actualidad, el uso de drogas en conflictos persiste de diversas maneras. Los estadounidenses suministran anfetaminas a sus pilotos en situaciones específicas para aumentar su resistencia, los chinos cuentan con sustancias que permiten a sus soldados mantenerse despiertos sin problema, y se sospecha que los rusos podrían estar utilizando fármacos prohibidos por el dopaje. Además, en África, los niños soldados son sometidos a drogas para aumentar su agresividad y evitar que reflexionen sobre sus acciones.