La precariedad laboral y económica es una realidad para muchos. Desde jóvenes compartiendo trabajos precarios hasta parejas que no pueden permitirse tener hijos debido a sus bajos salarios, la sociedad se encuentra inmersa en una narrativa que busca hacer que la inestabilidad económica parezca atractiva.
La ministra de Interior del Reino Unido, Suella Braverman, recientemente expresó su preocupación por las hileras de tiendas de campaña ocupadas por personas que viven en las calles "como estilo de vida". Esta declaración resalta una tendencia global de romantizar la precariedad, que no se limita a un solo país. La idea de vivir en la calle como una elección de estilo de vida se está volviendo cada vez más común, lo que plantea la pregunta de si ser pobre se ha convertido en una moda.
En España, esta romantización de la precariedad no es ajena. En 2013, con una tasa de desempleo juvenil del 55%, muchos jóvenes emigraron en busca de empleo en el extranjero. En aquel entonces, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, calificó este éxodo como un "impulso aventurero". Mientras tanto, trabajos precarios como los "minijobs", que implicaban trabajar 20 horas a la semana por apenas 400 euros, eran defendidos por figuras como Joaquín Almunia, quien se cuestionaba si era mejor tener un trabajo mediocre que carecer de empleo.
No solo los políticos contribuyen a esta narrativa, sino que los medios de comunicación también desempeñan un papel crucial. Términos como 'job sharing' (compartir el puesto de trabajo y el sueldo para conciliar) se presentan como soluciones para la precariedad laboral. Del mismo modo, el término 'sinkies' se usa para describir a parejas jóvenes que no pueden permitirse tener hijos debido a sus bajos ingresos. Incluso la idea de "trabacaciones", que implica trabajar durante las vacaciones, se ha vuelto aceptable en una sociedad que normaliza la precariedad.
En los programas electorales, los partidos políticos también adoptan términos como 'coliving', 'cohousing' y 'senior living', destinando parte del suelo a nuevas fórmulas de uso habitacional para jóvenes y mayores. Estos conceptos parecen ofrecer una solución moderna a la precariedad, pero en realidad reflejan la necesidad de compartir viviendas debido a la falta de recursos económicos.
La tendencia a romantizar la precariedad no solo es promovida por los políticos y los medios de comunicación, sino que también es aceptada por la sociedad en general. A menudo, se presentan términos atractivos, como 'friganismo', para describir la práctica de comer comida de la basura. Esta narrativa busca disfrazar la dura realidad que enfrentan muchas personas en condiciones precarias. En lugar de idealizar la precariedad, es esencial reconocerla como un problema que requiere soluciones reales y sostenibles.
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