Ucrania ha denunciado la muerte de más de 2.000 civiles desde que comenzó la invasión por parte de Rusia. Moscú quería una guerra relámpago pero, de momento, no está avanzando tan rápido como quisiera, tras encontrar más resistencia de la esperada.

Aquí surge un enorme peligro: si las tropas rusas siguen encontrando tanta resistencia para tomar las ciudades ucranianas, podrían optar por aplicar la llamada 'doctrina Grozni', la destrucción total de una ciudad, bombardeándola hasta que no quede nada en pie ni ningún lugar donde la resistencia pueda ocultarse o defenderse.

Recibe este nombre porque fue lo que hizo el Kremlin en la capital chechena en 1999. Vladímir Putin acababa de llegar al poder y se encontró con un nuevo intento separatista en Chechenia: ante la imposibilidad de controlar Grozni, la arrasó para acabar con la resistencia.

Volvería a usarla, años más tarde, en Siria. Putin apoyaba al dictador sirio, Bashar al-Assad, y los opositores llevaban cuatro años resistiendo en Alepo, hasta que las tropas rusas la bombardearon y la ciudad cayó en cuestión de 12 días.

De momento, en Ucrania afortunadamente aún no se ha visto algo parecido, pero lo cierto es que hay paralelismos con la resistencia que están encontrando las tropas rusas para tomar allí las ciudades. De ahí el temor de que Putin, si se ve incapaz de controlar al pueblo ucraniano, opte por aplicar la doctrina Grozni. Una destructiva estrategia que tendría consecuencias devastadoras para la población civil, pero que también podría aumentar aún más la contestación a Putin fuera y dentro de Rusia.