En España apenas se conocían casos de usar el esperma de un fallecido para tener un hijo. Cuando se han dado casos así se han puesto contra las cuerdas las legislaciones y límites éticos de todos esos países donde lleva pasando más de 20 años. Sobre todo en Rusia, el país con más casos de este tipo.
La primera allí fue una mujer cuyo hijo falleció de cáncer con 20 años. Antes del tratamiento, había congelado esperma en Israel. Tras dar a luz a su nieto, las autoridades rusas lo declararon huérfano, le retiraron la custodia y le prohibieron adoptarlo por su edad: 55 años. Pero ya había sentado precedente para otra mujer rusa, cuyo nieto nació de su vientre un año después de fallecer su hijo. Acabó buscando otra abuela, no biológica, que la ayudara a cuidarle.
Pero sin duda el último caso fue el que revolucionó al país. Porque Lamara, se convirtió en abuela con 58 años, de cuatro niños por gestación subrogada. Su hijo había congelado su semen en un banco antes de someterse al tratamiento contra la leucemia que luego acabó con su vida.
En 2016, acaparó las portadas Patil, una mujer india con nietos mellizos, a los que dio a luz cumpliendo la voluntad de su hijo antes de morir. Le habían diagnosticado un tumor cerebral y decidió, antes de someterse a quimioterapia, congelar su semen y autorizar a su madre para engendrarlos y criarlos. Ese consentimiento evitó problemas burocráticos y esa abuela y madre a la vez se hizo cargo de la pareja.
El primer caso en la historia lo encontramos en EEUU, el de una mujer que fue madre dos años después de extraer 'post mortem' el semen de su marido. Pero no fue hasta 20 años más tarde, cuando el Supremo falló a favor de estos casos. La polémica había surgido a raíz de que un matrimonio rico viajara a Estados Unidos para hacer algo ilegal en su país, Reino Unido: extraer de inmediato el semen de su hijo fallecido en un accidente de moto. Sin autorización ninguna, concibieron a su nieto previa elección de los óvulos.
Y también en Estados Unidos sentó precedente el caso de Peter Zhu, cadete de la academia militar de West Point, fallecido en un accidente de esquí. Durante la donación de órganos, sus padres solicitaron la extracción de su semen, que permaneció congelado a la espera de la decisión de un tribunal, que falló a favor. No había consentimiento escrito, pero sí la voluntad, según los testigos, de tener muchos hijos.
En todo esto, la legislación israelí va por delante, ofreciendo a los familiares de soldados muertos en combate extraer su semen para utilizarlo después sin un consentimiento explícito. Y es aquí donde encontramos el ejemplo contrario. El primer caso de implantación de embriones de una mujer fallecida en un vientre de alquiler. Su marido fue padre de una niña con los genes de una madre biológica que había muerto de cáncer dos años antes.
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