Del libro de Olmo y Fernández sobre el imperio empresarial del emérito aún queda mucho por contar. Cuentan, por ejemplo, cómo Juan Carlos repartía el dinero que le traían de Suiza para que lo disfrutaran la Reina Sofía y las infantas. Dinero en efectivo que se recibía en la Zarzuela y que pagaba hoteles, restaurantes, relojes, joyas y demás caprichos. Según el libro una parte de los fondos era entregada automáticamente a la reina Sofia y las infantas, que los desembolsaban en gastos similares. El movimiento en cash dificulta el rastreo y al final los fondos simplemente se esfumaban.

Se esfumaban porque el rey veía sus cuentas 'offshore' como "un cajero automático". Porque él rey, según el libro, cuando hablaba del ave a la meca decía: "¿Y qué hay de mi comisión? Yo hice el tren". Tenía más confianza con su gestor suizo que con algunos presidentes de Gobierno. El rey, directamente según el libro, trabajaba al servicio de la familia real saudí. De hecho, cuando un nieto del rey Fhad fue acusado de violación en un yate a una modelo de 20 años en Ibiza y se libró, el rey envió una carta al príncipe saudí para mostrarle "su alegría y felicitación" por la decisión judicial.

¿Recuerdan cuando veíamos al rey saliendo de una clínica catalana por "revisiones médicas"? Pues de revisiones nada. Era ir dos veces al mes a someterse a operaciones de cirugía estética. Desde eliminación de manchas en la piel a "inyecciones de Botox y ácido hialurónico", pasando por liftings y drenajes linfáticos mediante presoterapia. Para esto le ponían una especie de pantalones hinchables por encima de la cintura y que se llenaban y vaciaban de aire.

Ya que estaba en Barcelona, se acercaba al Real Club náutico a dormir. Dormía en un yate. El Danae que "se acabó convirtiendo en el lugar preferido por Juan Carlos I para mantener relaciones con otras mujeres cuando estaba en Barcelona. Y lo que pasaba ahí quedaba en su círculo de amigos, algo que: reforzaba el vínculo que los unía".

Con esos amigos a los que el rey les contaría que en Zarzuela, rey y reina vivían en alas distintas y separados por una puerta con llave. Amigos que, algunos son quienes le llevan a Emiratos "jamón, vino y otros manjares nacionales". Porque el libro también cuenta más de su vida actual allí. Por ejemplo, que al rey le gusta encargar comida a domicilio y que opta entre un restaurante fusión, un mexicano, una pizzería, una coctelería o un japonés.

Además, se dice que allí usa con frecuencia una silla de ruedas y que tiene aspecto descuidado. Dice: "Viste a menudo polo de manga corta y pantalones informales y se afeita ocasionalmente". Pero, casi todo el libro se resume en un extracto: "En Zarzuela las prioridades de la Corona siempre se confundieron con las inquietudes personales de Juan Carlos I".