Su juicio duró cinco minutos, se celebró sin abogados y fue condenada a 10 años en una cárcel de Irán. Ya lleva un año encarcelada y también la condenaron a 154 latigazos. Es la historia de Narges Mohammadi, la activista iraní que este viernes ha recibido el Premio Nobel de la Paz.

Acusada de propaganda por defender los derechos humanos, esa es solo la última condena contra, puesto que lleva 12 años entrando y saliendo de prisión: ha sido arrestada ya 13 veces y acumula condenas por más de 30 años de cárcel. Todo ello por defender los derechos de las mujeres en un país como Irán.

Pero ni siquiera estando dentro de prisión ha cesado en su lucha. Cuando Mohammadi estaba en la cárcel de Evin, una de las más duras del país, consiguió enviar una carta para denunciar los abusos físicos y sexuales que sufrían allí las mujeres, más aún desde que comenzaron las protestas por la muerte de Mahsa Amini.

Sin mejoras tras el asesinato de Amini

Precisamente, acaba de cumplir un año de la muerte de la joven iraní, que solo tenía 21 años, a manos de la policía de la moral. Su muerte fue el detonante de unas protestas que sacudieron todo el país y que el régimen iraní castigó duramente: las brutales cargas policiales se saldaron con 525 personas muertas y más de 40.000 fueron detenidas.

Casi la mitad de estos detenidos siguen a día de hoy en prisión y quienes han podido salir de la cárcel viven con la amenaza de castigo aún mayor si vuelven a manifestarse. Siete de los manifestantes fueron ejecutados en público, ahorcados en plena calle.

Entretanto, la situación en Irán no solo no ha mejorado, sino que de hecho el régimen ha endurecido aun más sus restricciones para las mujeres. Hace solo unos días volvíamos a verlo con el caso de Armita Geravand, una adolescente a la que vimos entrando en un vagón de metro con unas amigas, instantes después, la sacaban a rastras, inconsciente.

Según la versión del Gobierno, la joven se desmayó y se golpeó en la cabeza, pero según los testigos, agentes de la policía de la moral la empujaron por no llevar puesto el velo. Ahora está en coma, ingresada en un hospital al que no puede acceder ni siquiera su familia. El régimen iraní tiene miedo de que se convierta en una nueva Mahsa Amini, y que un año después las calles se vuelvan a llenar de las protestas con el mismo lema que hace un año: "Mujer, vida y libertad".