Pfizer y BioNTech han anunciado que la vacuna contra el coronavirus en la que trabajan presenta una eficacia superior al 90%. El anuncio es alentador y esperanzador a partes iguales, pero detrás de esta posible vacuna candidata a acabar con el COVID-19, hay también una bonita historia de amor y sacrificio.

Todo arranca con un niña en Lastrup, Alemania, y un niño en Turquía, que viajará a Colonia donde su padre trabaja para la Ford. El niño tiene un sueño, ser médico, y finalmente lo consigue al estudiar en la Universidad de Colonia. El sueño de la niña es el mismo, ser médico.

Ambos caminos se cruzan en la Universidad de Homburgo: él estudiaba los antígenos y ella estaba en el último curso cuando se conocen. Es entonces cuando se enamoran de la investigación oncológica y, después, entre ellos.

A finales de los 90 comenzaron su sueño, investigando los anticuerpos contra el cáncer: buscaban lograr atacar la estructura genética única de cada tumor, algo que les ha servido para el COVID-19.

Necesitaban más dinero para la investigación y lo consiguieron montando su primera empresa con dinero alemán en 2001, Ganymed, que la vendieron a un grupo japonés en el año 2016 por 1.500 millones de euros. En ese momento entran en la lista de las 100 personas más ricas de toda Alemania, pero en lugar de alejarse de la investigación deciden seguir trabajando.

El año 2008 fundan, junto a un socio austriaco, BionTech, la empresa que participa en la creación de la vacuna. Y llegamos a 2020. Ya en enero se empieza a hablar en Asia del SARS COV 2 y deciden poner a 500 de sus 1.300 trabajadores a luchar contra el virus y buscar una solución.

Pero para desarrollar una vacuna contra el virus que tiene en vilo a casi todos los países piden recursos. Pfizer, empresa estadounidense, pone 185 millones de dólares en un inicio y prometen otros 563 si se observan resultados. Además, la pareja busca dinero en China con otra farmacéutica, Fosun Pharma, que les va a distribuir si lo consiguen.