El ataque de Irán contra Israel ha desencadenado una nueva ola de tensiones en la región. Teherán, en un mensaje acompañado de más de 300 drones y misiles, ha afirmado que no buscaba desencadenar una guerra total, sino responder al previo ataque israelí. Sin embargo, la magnitud del asalto plantea interrogantes sobre la verdadera intención iraní.

Irán quería hacer una demostración de fuerza, pero no quería que se fuese de las manos, de ahí su inusual gesto: un aviso a través de Turquía a los vecinos de Irán que luego comunicaron a Estados Unidos e Israel. Esta advertencia, junto con el cierre del espacio aéreo horas antes del ataque, eliminó cualquier posibilidad de sorpresa, aunque la estrategia en sí misma fue interpretada como un anuncio de fuerza.

Teherán podría haber atacado a Israel a través de Hezbolá, pero optó por lanzar el ataque desde su propio territorio, utilizando drones aéreos a una velocidad de 200 kilómetros por hora, con un recorrido de 1.600 kilómetros hasta Israel. Esta elección permitió a Israel preparar sus defensas antiáreas, a pesar de la falta de escolta de cazas por parte de Irán.

Aunque se evitó atacar áreas civiles sin infraestructura crítica, la magnitud del asalto, con más de 150 misiles balísticos y de crucero, plantea dudas sobre la totalidad del control por parte de Irán. La ayuda de países como Estados Unidos, Francia y Reino Unido para neutralizar el ataque y que el 50% de los misiles iraníes fallaron también contribuyó a limitar los daños.

Irán ha anunciado el fin de la operación, pero ha dejado claro que responderá con mayor contundencia si Israel toma represalias.