La guerra tiene un precio, y para Israel, este se cuenta no solo en vidas, sino en cifras astronómicas que podrían precipitar un giro inesperado en el conflicto con Palestina. La Oficina Central de Estadísticas de Israel (OCEI) da buena cuenta de la bomba financiera: el país ha gastado más de 70.000 millones de dólares en la contienda, con un impacto demoledor en la economía nacional.
El dato es alarmante: 360.000 reservistas han abandonado sus puestos de trabajo, dejando negocios, empresas y tiendas en pausa, lo que ha provocado una contracción económica del 20%. El consumo interno ha caído en picado un 27% entre octubre y diciembre, mientras que las inversiones se desplomaron un 68%.
Las exportaciones no se quedan atrás, con una reducción del 18%, y las importaciones han visto una caída estrepitosa de más del 42%. En este escenario, el único indicador que ha visto un aumento es el gasto público, disparándose un 88%. Un esfuerzo desesperado del gobierno por mantener a flote el barco en medio de la tormenta.
Esta situación ha llevado a Israel a un hito histórico poco envidiable: la primera rebaja de su calificación crediticia desde su fundación en 1948. Un reflejo de la gravedad de la crisis que azota al país, justo cuando experimenta la mayor caída del PIB desde los tiempos de la pandemia.
A partir del 1 de enero
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