Estados Unidos se ha adentrado en una controvertida lucha por la posesión del fondo del mar, superando las limitaciones impuestas al resto del mundo. Mientras otras naciones requieren el permiso de la ONU, Estados Unidos ha decidido unilateralmente que el millón de kilómetros cuadrados bajo sus aguas es suyo, y con ello, todo lo que alberga.

Mientras el mundo observa la audacia estadounidense, surge la pregunta. ¿Cómo puede un país afirmar su dominio sobre el fondo del mar? La respuesta radica en las normas establecidas por la ONU.

Desde las aguas territoriales hasta las 350 millas, un país puede ejercer control sobre los recursos económicos marinos, siempre que demuestre que la tierra submarina es una extensión de su territorio. Una lucha no solo por el espacio, sino por los codiciados recursos como cobalto, níquel, cobre, titanio, petróleo y gas.

España no se queda atrás en esta competencia submarina. Presentó una demanda conjunta con Francia, Irlanda y el Reino Unido, asegurando un territorio del tamaño de una provincia.

Pero las ambiciones no terminan ahí: España busca controlar extensos territorios frente a Galicia y las Islas Canarias. Una competencia global por recursos vitales que lleva a las naciones a buscar alianzas, presentar pruebas científicas y garantizar su posición en la expansión submarina.