Valencia y Barcelona quieren acabar con los megacruceros, los gigantes del mar que pueden albergar a más de 6.000 personas a bordo. Con cifras alarmantes que evidencian el problema, solo en el 2023, Barcelona recibió casi 3,6 millones turistas en cruceros, mientras que en Valencia se espera la llegada de más de 820.000 este año, cifra que prácticamente iguala a la población empadronada en la ciudad. Los ecologistas advierten sobre las consecuencias de estos números: masificación y contaminación.

En Barcelona, el alcalde, Jaume Collboni, busca renegociar con el puerto el convenio para limitar la llegada de cruceros, mientras que en Valencia, la alcaldesa, María José Catalá, pretende prohibir los megacruceros para el 2026. Sin embargo, el problema se extiende más allá de estas ciudades. El aumento del turismo en cruceros, que ha crecido un 24% desde el inicio de la pandemia, está generando una preocupación global debido a su impacto ambiental.

Los datos revelan que los 200 cruceros que navegaron por Europa contaminaron tanto como 1.000 millones de coches en emisiones de óxido de azufre, siendo Barcelona el puerto más contaminado de toda Europa. Esta situación pone de manifiesto la desproporción entre la contaminación generada por los cruceros y su representación en la flota marítima mundial, que solo alcanza el 1%.

Los esfuerzos por mitigar esta situación incluyen la transición del combustible pesado al gas natural licuado, aunque esto conlleva la emisión de más metano, un gas de efecto invernadero. Además de la contaminación, los megacruceros generan problemas de masificación.

Por ejemplo, el crucero más grande del mundo mide 395 metros, más que la Torre Eiffel, cuenta con 3.000 camarotes, 16 piscinas... En resumen, ahí dentro caben 10.000 personas, lo que provoca, según el Ayuntamiento de Barcelona, que en un fin de semana desembarquen en el puerto de Barcelona 47.000 personas de golpe, 200.000 al mes en temporada alta.

Tampoco dejaría un beneficio económico tan grande para la ciudad, los pasajeros "no gastan tanto para lo que masifica una ciudad", afirman los consistorios. Además, también generan ruido, vertido de residuos e impacto en la vida marina.