Hace 50 años
Franco agonizaba y España esperaba: cada parte médico era un rompecabezas para el país
Los detalles Aunque pocos entendían la jerga médica, todos seguían cada línea como si fuera un thriller: infartos, electrocardiogramas y palabras complicadas mantenían a España pegada al hospital, pendiente de cada signo de vida del dictador.

Hace 50 años, España vivía literalmente enganchada al gotero de Franco. Cada parte médico era noticia, cada informe sobre su salud se leía con la misma tensión con la que hoy se sigue un partido en directo. El dictador estaba enfermo, pero la vida del país dependía de cada palabra que saliera del hospital. No era solo política: era suspense nacional, un drama que nadie podía ignorar.
Pero que Franco muriera no significó que la libertad cayera del cielo. Recuperar derechos básicos fue un camino largo y difícil. Tras su muerte, España necesitó:
- Seis años para poder divorciarse legalmente de nuevo.
- Un año para poder manifestarse sin miedo.
- Seis años más para que las madres recuperasen la patria potestad sobre sus hijos.
- Más de una década para que las mujeres recuperasen el derecho al aborto.
Cada conquista fue un recordatorio de que vivir bajo la dictadura tenía un precio muy alto, y que recuperar lo que se había perdido costaba sangre, sudor y años de lucha.
El último parte médico de Franco es hoy un documento histórico fascinante, porque muestra la verdad y la mentira que rodearon sus últimos días. Oficialmente, decía que murió a las 5:25 de la madrugada. Pero quienes estuvieron cerca aseguran que fue alrededor de las 3:20. ¿Por qué cambiar la hora de la muerte? Porque todo era política y control: el régimen necesitaba organizarse, avisar al rey, al presidente del Gobierno, preparar a la policía y al ejército, y asegurarse de que nadie aprovechara su muerte para generar caos o insurrección.
Los médicos, lejos de ser simples cómplices, también tenían sus precauciones. Fueron al notario para dejar constancia de la gravedad real de Franco: había sufrido un infarto agudo de miocardio, y no solo uno: varios episodios coronarios habían debilitado su corazón antes. Los partes médicos eran técnicos, complejos y a veces eufemísticos, pero también eran la única manera de protegerse frente a la manipulación de las autoridades.
Aun así, al final, la información acaba filtrándose. Las autoridades llegaron a dar informes casi al minuto, incluyendo hasta cuándo iba el sacerdote a dar la última unción. La prensa empezó a adelantarse: unos decían que Franco agonizaba, otros que estaba en extrema gravedad, y poco a poco el país fue comprendiendo que el final estaba cerca.
Ese último parte médico es más que un informe clínico. Es un retrato de un país atado a la vida de un hombre, de cómo se manipula la información y de cuánto costó recuperar la libertad y los derechos que Franco había arrebatado. Medio siglo después, España recuerda que los derechos no se recuperan solos: se conquistan, a veces gota a gota, como aquel último gotero que sostuvo al dictador hasta su último aliento.
Hoy, al mirar atrás, se entiende mejor por qué la transición española fue lenta, dolorosa y llena de matices. La muerte de Franco no fue solo el fin de un hombre, fue el principio de una lucha por lo que hoy damos por hecho: poder decidir sobre nuestra vida, nuestras familias y nuestra libertad.
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