Pueblos en transición

El fin del carbón en España: más eólica, menos minas y un reto para las comarcas mineras con el turismo de fondo

¿Por qué es importante? El carbón se va y deja un vacío enorme en las comarcas mineras. Para no quedarse atrás, los pueblos intentan generar empleo con turismo y proyectos sostenibles, apoyados por fondos del Estado y la UE, mientras la energía eólica gana cada vez más terreno.

El fin del carbón en España: más eólica, menos minas y un reto para las comarcas mineras con el turismo de fondo

El carbón en España ya solo lo quieren… los Reyes Magos, y poco. Hoy quedan apenas cuatro minas en Asturias, las mismas que centrales térmicas activas. Su aportación a la electricidad es mínima: de representar algo más del 1% hace unos años, ahora apenas llega al 0,17%, mientras que la eólica lidera con un 27,67%.

Decir adiós al carbón es bueno para todos: se elimina uno de los combustibles más contaminantes y emisores de dióxido de carbono, además de uno de los menos rentables para España. Pero también tiene su cara B: la pérdida de empleo.

En zonas donde el carbón ha sido durante décadas el motor económico, los cierres son duros. Solo en las centrales térmicas se han perdido alrededor de 2.740 empleos directos e indirectos, y en las minas, cuando comenzaron los cierres, trabajaban 1.733 mineros. Sin ese motor, los pueblos pueden venirse abajo.

Para darles una alternativa, el Gobierno quiere impulsar el turismo en esas zonas. La idea es crear una red de pueblos mineros: visitar minas, conocer instalaciones históricas y generar empleo alrededor de ello. Se están estudiando todas las posibilidades, pero muchos vecinos son escépticos: no creen que el turismo pueda compensar todo lo que se pierde. Y el propio Gobierno lo sabe, por eso hay un plan para sostener estas zonas.

Se llama 'Transición Justa' y cuenta con cerca de 1.000 millones del Estado y 900 de la Unión Europea. Su objetivo es que los afectados por la transición ecológica no se queden en la cuneta. La idea es invertir en proyectos con futuro, pero hay algunas grietas: el dinero europeo llega a las comunidades autónomas donde cerraron minas o centrales, pero muchas veces no se destina a los pueblos afectados, sino a otros con más posibilidades de desarrollo.

Además, los pueblos que han cerrado centrales tienen ventaja sobre los que solo cerraron minas: la central deja suelo industrial, infraestructuras y negocios alrededor, mientras que las minas no ofrecen un recurso inmediato. Por eso, la reconversión no es automática ni sencilla.

El carbón se despide de España. La transición ecológica avanza, pero el reto ahora es lograr que los pueblos mineros encuentren un nuevo motor que garantice su futuro, sin perder su identidad ni dejar atrás a sus vecinos.

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