Los sueños aspiracionales de Santiago Abascal son los líderes de la ultraderecha en Europa: figuras como Giorgia Meloni, que ha llegado a ser primera ministra de Italia con su partido de extrema derecha, o Viktor Orbán, que gobierna Hungría desde 2010 con sus políticas anti-LGTBI, antiinmigración y antieuropeístas, son los modelos de Vox.

Mandatarios ultras como Mateusz Morawiecki, el primer ministro polaco que acorrala el derecho al aborto en su país. Una tendencia representada en Francia por Marine Le Pen, la veterana de la extrema derecha europea que ha estado cerca de ser presidenta de la República. Pero Abascal no va a ser como ellos y ni siquiera va a ser, al menos por ahora, socio minoritario en un Gobierno conservador, porque este domingo España ha frenando en las urnas la ola reaccionaria europea.

Vox no solo no ha subido, sino que ha bajado, y la formación de extrema derecha ha perdido 620.000 votos y 19 escaños con respecto a las elecciones de hace cuatro años. Además, se ha hundido en Castilla y León, el "piso piloto" del que hablaba Abascal, donde su partido ha pasado de seis escaños a uno.

Unos datos insuficientes para que la extrema derecha pueda repetir sus aportaciones a la política española de la última legislatura, como la moción de censura de Ramón Tamames, porque para proponer una moción de censura se necesitan 35 diputados y a Vox solo le quedan 33.

Tampoco podrán recurrir al Tribunal Constitucional los avances sociales que aprueben las Cortes, tras hacerlo más de 45 veces la pasada legislatura contra la ley trans, la ley rider, las medidas de ahorro energético, la reforma del mercado laboral, el Ingreso Mínimo Vital, la ley de protección de la infancia.... El Constitucional le ha dado la razón en uno de sus recursos, el del estado de alarma, y a posteriori.

Así, de momento, la ola reaccionaria en España ha sido frenada.