Cementerio nuclear bajo el mar
La energía nuclear vuelve, pero también sus fantasmas del pasado: hay 200.000 bidones radiactivos olivados en el Atlántico
La otra cara Mientras las grandes tecnológicas apuestan por la energía nuclear como solución del futuro, el Atlántico guarda un legado tóxico que nadie ha revisado en 80 años: bidones de residuos radiactivos lanzados al océano cuando hacerlo era legal.

La energía nuclear ya no es solo cosa del pasado. Está de vuelta, y esta vez con un papel protagonista. Empresas como Google, Meta o Microsoft están firmando contratos de hasta 20 años con compañías nucleares para alimentar sus centros de datos e inteligencia artificial. ¿Por qué? Porque necesitan una fuente de energía constante, potente y sin emisiones de dióxido de carbono.
Esto ha provocado un auténtico boom en el sector nuclear: suben las acciones en bolsa, se planean nuevas centrales, y se habla incluso de reabrir algunas que estaban en proceso de cierre. En España, por ejemplo, el Gobierno está pensando en mantener abierta la central de Almaraz, en Cáceres, más allá de su fecha prevista de cierre.
Incluso están apareciendo ONG pro-nucleares formadas por científicos, y [[LINK:INTERNO|||Article|||678b7e0c73e8690007b9d38d|||hay manifestaciones…]] pero esta vez para que no se cierren las centrales.
Pero mientras miramos al futuro nuclear… un viejo problema vuelve a salir a la luz.
200.000 barriles olvidados bajo el mar
A unos 900 kilómetros al norte de Galicia, en el fondo del Atlántico, hay algo que casi nadie recuerda: 200.000 bidones llenos de residuos radiactivos tirados allí entre los años 50 y los 90.
Durante décadas, era legal deshacerse así de residuos nucleares de nivel medio. Cogían material contaminado (como guantes o instrumentos de laboratorio), lo metían en barriles con cemento, los cargaban en un barco… y los tiraban al mar, a más de 4.000 metros de profundidad. Se decía que en el fondo del océano no había vida, así que no pasaba nada.
Hoy sabemos que sí hay vida, y que esos bidones se pueden romper con el tiempo, liberando radiación en el agua. Según los expertos, el material que hay ahí abajo equivale a la mitad de la radioactividad que liberó Chernóbil. Y nadie ha mirado en serio cómo están… hasta ahora.
El CSIC francés bajará a ver qué pasa
Por primera vez en casi 80 años, un equipo del CSIC francés va a bajar con un robot submarino para ver en qué estado están los barriles. No se van a sacar —sería muy peligroso—, pero sí se va a mapear la zona y tomar fotos para saber si hay fugas o daños. En 2026, si todo va bien, volverán a bajar para medir si hay impacto en el ecosistema marino.
Greenpeace ya mostró hace años imágenes de otros bidones británicos en mal estado. Las imágenes revelaban barriles oxidados, deformados y parcialmente abiertos. Así que no sería raro que los franceses se encuentren con algo parecido.