Se cumplen 25 años del bulo que relacionó las vacunas con el autismo. Su origen fue un estudio publicado en la revista científica 'The Lancet' el 28 de febrero de 1998. La investigación aseguraba que la vacuna contra el sarampión, la rubeola y las paperas estaba asociada al desarrollo de autismo en niños. Hoy, si buscan el artículo en la revista lo encontrarán. 12 años después, la publicación tuvo que rectificar porque no había evidencia científica para sostener esas conclusiones. Pero el daño estaba hecho. Ese bulo científico hizo que muchos padres y madres en todo el mundo dejaran de vacunas a sus hijos por miedo a que desarrollaran autismo.

El autor del bulo fue Andrew Wakefield, un médico gastroenterólogo que se dedicaba en los años 90 a investigar enfermedades inflamatorias. Es él quien publica el artículo. Un artículo que aunque era sobre enfermedades digestivas decía haber encontrado una posible relación entre la administración de la triple vírica y el autismo. Explica el articulo que se habían estudiado solo 12 casos y que ampliarían la investigación más adelante.

En un principio, sus colegas médicos no le hacen demasiado caso porque en el mismo artículo se decía que no era una investigación concluyente. Pero cuando empiezan a ver que la bola se hace grande en menos de un mes un grupo de expertos publica otro articulo respondiéndole en la misma revista hablando de la poca base científica del estudio y sobre el peligro de generar dudas sobre la vacuna. Vaticinan ya que las tasas de vacunación van a caer.

Y de hecho cayeron. El bulo hizo mucho daño a las vacunas. En 1997 la tasa de vacunación de la triple vírica en Reino Unido era del 92%. Empezó a caer hasta llegar al 80% en 2003. Se perdió la inmunidad de grupo para la que se necesita el 85% de la población vacunada. Se llamó el efecto 'Wakefield'.

Un reportero del 'The Sunday Times' descubrió que el doctor tenía un conflicto de intereses evidente. Estaba cobrando de un abogado de familias anti-vacunas. Y ahí sí, fueron sus propios compañeros médicos quienes destruyeron sus patrañas. El Consejo Médico General del Reino Unido abrió una investigación que duró seis años, hasta 2010 cuando tuvo que ir a declarar. Lo hizo con un séquito de fans y defendiendo su inocencia. En ese tribunal se demostró también que había sometido a varios niños autistas a procedimientos médicos invasivos e innecesarios y que lo hizo sin pasar por un comité de ética.

Es ahí cuando 'The Lancet' rectifica definitivamente. Las consecuencias de aquel artículo aún las estamos pagando. El daño fue irreparable. Tanto que UNICEF sigue pidiendo a los padres, sobre todo a los de los países ricos, que vacunen a sus hijos para salvar las vidas también de los niños de países con menos recursos.