La crisis energética que sufre Europa no es la primera del continente. En los años 70, Reino Unido sufrió una situación tan grave que el Gobierno decidió racionalizar el consumo implantando una semana laboral de sólo 3 días.

Fue breve, apenas un par de meses. Ocurrió en una década en la que la mayor parte de la electricidad del Reino Unido provenía de centrales eléctricas de carbón. El problema surgió con la negativa del Gobierno conservador a una subida salarial que llevó a los mineros a la huelga en plena crisis mundial del petróleo.

Ante el temor por las reservas, el primer ministro tomó medidas para asegurar combustible. La más drástica, la anunciaba en diciembre de 1973: "Les pedimos que restrinjan al mínimo absoluto el uso de la electricidad para calentarse y otros fines en sus casas. Limitamos el uso de electricidad en casi todas las fábricas, tiendas y oficinas a 3 días a la semana".

La medida entró el vigor el 1 de enero de 1974: todos los comercios, salvo hospitales, supermercados e imprentas de periódicos, debían adaptar sus horarios a esos 3 días consecutivos a la semana, a los que se reduciría su jornada laboral.

Estaba prohibido iluminar escaparates, y los bares y pubs tenían que mantenerse completamente cerrados y las cadenas de televisión sólo podían emitir hasta las 22:30 horas.

En los hogares la recomendación era limitar al máximo el consumo, así que quienes mejor se lo tomaron, repartieron trucos contra el frío de enero. Los hubo que se resguardaron hasta con edredones en la oficina. Los despachos lucían el más romántico de los ambientes, a la luz de las velas, y el caos se apoderó de las carreteras, con un tráfico mucho más saturado de lo normal, aunque en parte la culpa residía en los semáforos, que permanecían apagados.

La situación afectó especialmente a las tiendas en plena época de rebajas. La calle comercial más famosa de Inglaterra redujo sus beneficios hasta en dos tercios. Toda la gente que copaba Oxford Street tenía únicamente tres horas para probarse, hacer sus compras, casi en tinieblas y con las estanterías muchas veces vacías.

En plena austeridad, los laboristas tumban al Gobierno en las urnas y aceptan una subida del 35% del sueldo a los mineros, que el 6 de marzo suspenden la huelga. El día siguiente quedó suspendida la jornada laboral de 3 días, aunque continuaron algunas restricciones.

La producción industrial había descendido apenas un 6% -empujada por una mayor productividad por horas-. Además, hubo hasta un millón y medio de ingleses engrosaron las listas del paro entre enero y febrero del 1974.